Las gafas de sol bloquean las incómodas luces brillantes y protegen los ojos de los dañinos rayos UV. Todo esto es posible gracias a filtros de polvo metálico que "seleccionan" la luz entrante. Las gafas tintadas absorben selectivamente partes de las longitudes de onda que componen los rayos solares gracias a polvos metálicos muy finos (hierro, cobre, níquel, etc.). De hecho, cuando la luz incide en las lentes, se reduce mediante un proceso llamado "interferencia destructiva". Es decir, cuando ciertas longitudes de onda de luz (en este caso, UVA, UVB y, a veces, infrarrojos) pasan a través de las lentes, se cancelan entre sí en el interior de la lente, en dirección al ojo. La superposición de las ondas de luz no es accidental: la cresta de una onda se fusiona con el valle de la onda contigua, lo que resulta en una cancelación. El fenómeno de la interferencia destructiva depende del índice de refracción de la lente (es decir, el grado en que la luz se desvía al pasar del aire a diferentes sustancias) y de su grosor. En términos generales, el espesor de la lente no varía mucho, mientras que el índice de refracción de la lente varía dependiendo de la composición química.