●Declaración del autor
Capítulo 1 La madre y el sentido de la vida
Capítulo 2 Bailando con Paula
Capítulo 3 La tortura modelo
Capítulo 4 Siete lecciones para tratar el dolor
Lección 1: El primer sueño
Lección 2: Muro de cadáveres
Lección 3: La ira por el dolor
Lección 4: Manchas negras
Lección 5: Razón y traición
Lección 6: No preguntes por quién doblan las campanas
Lección 7: Dejar ir
Capítulo 5 Doble exposición
Capítulo 6 La maldición del gato de nueve vidas
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En este libro, el Dr. Yalom vuelve a ser un intrépido explorador espiritual, guiando a sus pacientes, y a sí mismo, hacia una transformación vital. Con seis historias conmovedoras, el libro entrelaza la realidad con la ficción, retratando cómo él y sus pacientes enfrentaron los desafíos más profundos de la vida, explorando los misterios y la esencia de la psicoterapia. Su brillante escritura y aguda observación nos permiten vislumbrar la razón y el alma del terapeuta, y también nos muestran personajes inolvidables: Paula, la "consejera de la muerte", Mena, cuyo tratamiento mejoró inesperadamente gracias a las escuchas clandestinas; Meganolia, quien hizo que Yalom ansiara arrojarse a sus brazos y buscar su consuelo; e Irene, llena de justa indignación y frialdad, obligando a Yalom a enfrentarse a su propia vida y aprender una lección inolvidable. Y su madre, una madre dominante e irascible cuyo amor y crítica casi asfixiaron a su hijo, vagando en sus sueños y devastando sus pensamientos...

(EE. UU.) Escrito por Owen Yalom y traducido por Zhuang Anqi

Capítulo 1 Mamá y el significado de la vida Oscuro. Tal vez me estaba muriendo. Fantasmas y demonios me perseguían, monitores cardíacos, tanques de oxígeno, vías intravenosas, ovillos de tubos de plástico, todos signos de muerte. Cerré los ojos y me deslicé en la oscuridad. Pero entonces salté de la cama, salí corriendo de la habitación del hospital e irrumpí en el soleado parque de atracciones Glen Aiko, donde había pasado tantos domingos de verano décadas atrás. Escuché la música del carrusel y olí el dulce aroma de palomitas de maíz pegajosas y manzanas. Seguí caminando, sin dudar en detenerme en el puesto de helados, la montaña rusa o la noria, sino directamente hacia la fila de personas frente a la taquilla de la casa embrujada. Pagué mi boleto y esperé a que el siguiente tranvía doblara la esquina y se detuviera frente a mí. Una vez que estuve en él, bajé la barra de seguridad, me encerré y miré a mi alrededor. Allí, entre la pequeña multitud de curiosos, la vi. Agité los brazos y grité a todo pulmón para que todos oyeran: "¡Mamá! ¡Mamá!". En ese momento, el teleférico se tambaleó hacia adelante y chocó contra la puerta giratoria de la casa embrujada. La puerta se abrió de par en par, revelando un abismo oscuro. Me recosté lo más que pude, esperando.